Llego al mercado luminoso de carteles
anunciando sexo en golosinas.
Ingreso, justo al último llamado.

Aparto hojas rojas,
naranjo-amarillas.
Caen bajo el cielo gris de otoño.

En la estación de colectivos,
sin techo,
el agua me abrazó.

Ahora lo sé.
Esta la mujer marina
y la mujer fin de estación.

Miedo escénico.
Cuando debía terminar en un beso.

Sé que lo hice.
Me corrí y pasaste.
Yo quedé.

Te corrí.
Me quedé sin aire.
Es la edad.

Uno de nosotros sin presente.
Esperando la lluvia.

Guau.
Aprendí a ladrarte.

Tus muñecas rusas
Tus pies.
Tus cajas chinas.

Cuadros torcidos derechos
mientras te busco delivery en Uruguay.

Soy un Hombre Silvestre.
Escoba Barrera Borrador.

El conductor otea los rostros.
Revisa bajo los asientos.
Dice: "desciendan".

Tres perros divirtiéndose en el parque.
Yo asciendo al colectivo
y le ladro al chofer.

Trajiste el mate sin yerba.
Jugamos a afinar la bombilla
en LA mayor.

Su dedo índice señalaba un movimiento
de la tercera partida
del match Spassky-Fischer.

Cuando rebalsó el vaso
te pusiste roja.
eso me gustó.

Expulso de mí formularios.
Y eludo fascículos de tu vida otoñal .

Digo adiós a tus sostenidos y bemoles.
Suena el teléfono, y oigo música de nuevo.

Melón 26.
Fruta oficial del mundial
de superuva al cesto.

Voy a escribir Poemas y Canciones
Voy a grabar un disco negro
Voy a traicionarte

Hago panes con tus pies.
En paracaidas de dedos.

¿Tenés caramelos?
Abrí la boca.
Mis dedos, no.

Antenas-lápices dibujan el cielo.
Humo en el subte del cosmos.
El Satori termo.

Me distraje.
Napas de blues -en do menor-.
Y vos dormida.

Tenés los pies fríos.
Lo hacés a propósito.
Todo es un engaño.

Dos torres caen
en un televisor
de la estación Callao
del subte B.

El auto llovido en jacarandáes
Ducha de belleza
sin hogar sin tiempo

Espirales, enjambres, laberintos.
De casas, de cuartos, de cuerpos.

Playa bares calles pinos caras que recuerdo que olvido

Sartenes y vapores.
Cocino tu nombre exquisito
en entregas dominicales.

Cortan el pescado.
Los número uno.
Del club del cero.

Veo morir tus libros
asesinados por balas de olvido.
Un pelotón hace guardia en el estante.

Crédulos.
La marea nos arrastró.
Un cuento de Chejov.

Me oculto tras el diario.
De las hebras tristes de tus ojos.

Nubes con formas de cometas chinos.
De cabezudos con flecos.

Salimos en busca de tus días perdidos.
Te acompaño.
Te doy un beso.

Es la mañana.
El diario asegura que el Papa esta preso.

El mundo miente conmigo.
Dice: "estamos limpiando el cuarto".

En la hamaca.
Pienso que no debería caerme.
Pienso que debería arriesgar.

Veo los cisnes en el lago de sus ojos.

Su cabeza calva, su frente caída
sobre el teclado de su Wittgenstein.

Leo de un mundo en guerra.
Quema el sol en la arena.

Te conozco.
Por la lava en tu cena.
Por el desierto en tus pies.

Tu paso es liviano.
Como las carretillas vacías que no entierran sus ruedas.

Una sortija de algas cae de tu boca.

El que fui me impulsa a salir.
El que soy confunde la puerta.

Busco vencer a la mañana.
Ya no tengo sueño.
Pateo piedras y me refresco.

Es la Hora Killer.
Venecia como homicidio.

El loco anuncia el cielo
desde su infierno de lata.

El escarbadientes-mañana
remueve los restos de ayer.

Un péndulo de saliva amanece
en tamarindos de mar.

Vas adelante. Voy atrás.
Nos persiguen las sombras.

Las chicas cindor ambientan sus cuerpos
con una sensibilidad a la Bay-Biscuit.

Sé qué no hacer - no sé qué hacer.
Yo era quien era quien ya no recuerdo.

En la calle, autos cortados por semáforos
como columpios urbanos.
En La Casa, una escalera dieciochesca,
que sólo baja.

Frío azul.
Lupa espesa de cielos encapotados de ultramar.

Naufrago.
En el fondo todo es calma.

Desayuno tostadas negras. Café gris.
El mantel de plástico me recuerda al hotel.

Bebo aguardiente en veinte mareas.
El ángulo crece sin descanso.

Soy el Mariscal de tu Percha.
En la noche, me cuelgo y me descuelgo.

Luz violeta de restaurant-devora-insectos.
Duermo y escucho moscas y piernas estallantes.

La madrugada es el dossier de la noche
en el que puedo leer con elegancia mi caida.

Voracidad de las lenguas.
De las nueces de tu tiempo.

Noches de frío de faro.
Mi cuerpo helado amanece sin rocío.

El puñal nada sobre el final del día.
Aleta caudal de las horas que se van.

Una monja en el subterráneo
teje en un paño la palabra DIOS.
Los pasajeros descienden ateos.

Finalmente...
¿hay alquien que se alfombre por tí?

El tiempo edita como el engaño.
Allá van las escobas a barrer mis horas.

Toqué el timbre. Corrí.
Nadie abrió. No paré.

Frente al hogar desnudo.
El rayo de sol.
El mate.

¿Cómo es dormirse?
¿Cómo es despertarse?
Lord Byron en pijama.

Dibuja mapas geografías tristes.
Que jamás recorriste.

El micro. La luna. La terminal. Los ojos.

Cervantes, el Quijote.
Creo en tu espalda metáfora
y en tu cintura metonimia.

Hip Hop sueños.

Un Mundo Velcro.
Una pasión cierre relámpago.

En tu I Pod, Hana Bi.

Nos regalan sus cuerpos... ¿si sos creyente? ¿si sos ateo?

La mañana se quiebra entre vidas que viajan en clase turista.

Te hago a un lado entre ladridos de perros con hambre.
Veo la ruta. Saldrá el sol.

Dijo: "Tengo un clan plaro". Y supe que iba a fallar.

Se despierta y pregunta cómo producir un grupo de fans.
Yo miro su reflejo en las medialunas.

La dama lo partió con su mate pastor.
El rayo en su alma, D5T++

Agujas invisibles entre la luna y dos estrellas.
Marcan con exactitud las 11:30. PM.

Se amotina el piano que mata...

Juguetea su paraguas. Rebota. Brinca. Se quiebra.
Mira en su interior.

Toma el micro a Rosario.
Prepara la clase de Humanidades.
Lee Desayuno en Tiffany's.

Un sol agazapado horizontea el cartel.
"Pinamar 2 km".
AM 06:00.

No. Ukiyo dijo "No".

Llegan los pájaros. Cientos. Miles.
Despunta Hitchcock la mañana.

Ducha de madrugada. Reset.

Splash...